En 2003 nació en la mente de Philip Rosedale un proyecto llamado Second Live (SL). El planteamiento inicial del creador no fue la construcción de una segunda vida real, sino una idea más relacionada con un viedojuego. En ella, cada participante podría modelar su personaje o 'avatar' y reconstruir una vida en un mundo virtual dentro de la red.
Un bar de la plataforma SLSin embargo, el propio Rosedale declaró en una entrevista en el periódico digital de La Vanguadia que “cuando lanzamos 'Second Life' pensamos en crear vales que la gente pudiese cambiar, pero, me sorprendí. La gente estaba deseando pagar por casas virtuales en primera línea de mar, desde el primer día”.
Este proyecto que ya está en funcionamiento, aunque recientemente ha recibido un ataque, no es el único que existe, aunque sí uno de los más concurridos. Esta plataforma tiene también su versión para los países de habla hispana, en un portal llamado Mi
otra vida. Hay que tener en cuenta que este nuevo horizonte virtual, no es un juego como parecía al principio. Actualmente está comenzando a abordar de forma importante, tanto cuestiones económicas como políticas.
Por ello, está provocando que muchos gobiernos busquen un camino para obtener beneficios del intercambio económico que se está gestando en SL, comentó Juan Francisco Alonso en un artículo publicado en el periódico ABC el pasado 5 de noviembre.
No obstante, también está creando un clima de debate entre la sociedad. Por un lado, muchos expertos en nuevas tecnologías lo ven y analizan como un avance positivo, sobre todo en el campo comercial o educativo.
El escritor Vernor Vinge mencionó en un artículo en la revista Nature que “SL proporciona una gama de herramientas de software, incluyendo un lenguaje de programación, que da a los participantes la posibilidad de crear artefactos según sus propios diseños. Estos mundos virtuales se han utilizado ya para proyectos educativos”.
Por otro lado, habría que contemplar la visión de los psicólogos que son más críticos. Mercedes, estudiante de psicología de la Universidad Sek, opina que “como juego puede ser divertido. Pero como un reality no me parece bien, porque pone en peligro la integridad de la persona. En definitiva, está jugando con algo más que es su vida”.
Estas reflexiones han abierto un polémico debate entre los más expertos, ¿existen fronteras entre el mundo real y el virtual? ¿Dónde están esos límites?
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