Lejos de ser un objeto futurista, desde hace unos años, es un elemento tangible, aunque resulte complicado imaginarlo. Una batería con forma de cigarro, un atomizador que transforma la sustancia en vapor de agua y un cartucho que hace las veces de boquilla, es suficiente para saciar las ansias de cualquier fumador.
Un sector de la sociedad piensa que este nuevo producto puede ser un aliciente para reducir el porcentaje de fumadores. Los cartuchos, que almacenan la sustancia aspirada, permiten variar el sabor y el nivel de nicotina. Este invento podría desplazar incluso las marcas tradicionales de tabaco. En este formato, también existen sabores más tradicionales como son el chocolate o la menta.
Además, el tabaco electrónico rompe la barrera de lo prohibido, ya que se puede utilizar en los espacios sin humos, que marca la ley actual. La diferencia respecto al tabaco tradicional es que este desprende vapor de agua, en vez de humo.
Son muchas las ventajas que ofrece este novedoso producto, pero todavía es demasiado pronto para conocer con exactitud los efectos secundarios que puede causar. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expresado su escepticismo en un artículo en elespectado.com, alegando que “no se han hecho pruebas suficientes para verificar si el aparato funciona, y sobre todo si no es nocivo para la salud”.
Su éxito o fracaso sólo depende de la confianza que los fumadores depositen en este aparato electrónico.
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